THE FOR CARNATION: “THE FOR CARNATION” (2000), TOUCH AND GO
La felicidad con que intentemos vivir el momento es directamente proporcional a la lentitud que impongamos sobre nuestros impulsos. El siglo comenzaba con dudas y apatía generalizada, aun seguimos en ello. The For Carnation es una banda que se forjó en 1994 en Louisville, Kentucky, surgiendo de las cenizas de aquel tapiz sonoro y seminal que fue Slint. Brian McMahan su fundador y líder, junto con su hermano Michael McMahan a la guitarra y el bajista Todd Cook, reclutó entre los años 1998 y 1999 a Bob Bruno y Steve Goodfriend, para su proyecto. Todos ellos, bajo la magistral batuta de John McEntire (Tortoise y The Sea and Cake), consiguieron con tan sólo seis temas, encerrar en este álbum toda una serie de sonidos espectrales y nebulosos, que están cargados de una extraña evocación sobrenatural y reflexiva sobre la muerte.
Aquel “The For Carnation” (2000), Touch and Go, se abre con una elíptica melodía de algo más de ocho minutos de belleza inusitada, “Emp. Man´s Blues”. La magia de unos recuerdos infantiles fluye de manera nostálgica a través de ese calculado y sutil silbido de “heladería ambulante”, que se repite a lo largo de todo el tema. Sobre ese bajo pausado y esa batería invariable, surge de una manera casi omnipresente la susurrada voz de Brian apenas quebrada por las incursiones eléctricas que causan las cuerdas de Michael envueltas a su vez en un sintetizador lleno de suspense, y termina, inevitablemente, empapada por unos chelos sensuales. Después de este comienzo tan misterioso, la puerta de lo desconocido se abre de manera “luminosa” bajo un contexto de sangre y final trágico, cargado de pólvora espacial, con su tema más accesible: “A tribute”. La influencia de McEntire se ve reflejada de manera notable y explota en su vertiente más pop, la de unos The Sea and Cake vestidos de negro. Su mejor ¿single? Como si del corredor de la muerte se tratase, el siguiente tema nos lleva directamente al túnel de lo desconocido, de las tinieblas. Cinco minutos y medio de un claustrofóbico desarrollo instrumental contenido, constante e incisivo, “Being Held”. El terror se apodera del disco. El cuarto, “Snoother”, sube el tono del susurro y se deja acompañar de la equilibrante voz femenina de Rachel Haden, en un claro devaneo por los campos sonoros de Tortoise. Reflexiones mentales para intentar descifrar el pensamiento oculto que hay tras las palabras de una mujer X. Le sigue el más marciano del lote, “Tales [Live from the Crypt]”, con la introducción robótica de Kim Deal comienza el viaje por una jungla de ingravidez sonora que se sucede a ritmo vertiginoso en el aparentemente acercamiento a lo desconocido. Antes de ello paso por la cripta. Sonido “arcade”, “Ghosts´n Goblins” en estado puro.
La despedida está cargada de melancolía, con una melodía encerrada en unos rayos láser penetrantes que giran sin cesar 180º a nuestro alrededor. “Moonbeams” es un epílogo regado de belleza entristecida por los rayos de la luna. “So partial to memory the pearls of our dead/ but where do we keep them? put’em here by the steps/ while I climb to the top and I find where I am..”. El paso del tiempo no ha hecho mella en esta obra majestuosa del post-rock más slowcore posible. En cambio, seguramente, lo haya hecho sobre nosotros. El proyecto sigue ahí, esperando su nuevo capítulo, de este ya han pasado once largos años. Un espacio más que suficiente. Mientras, les seguimos esperando en el rellano del recuerdo.
Javier Mateos.
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