El año 2010 termina y con él los balances infinitos de revistas, webs, blogs, bares, hombres, mujeres, primos, vecinos, amigos, residencias de la 3ª edad… En la era de la saturación informativa todo el mundo es erudito en este campo, el musical, que tristemente se está convirtiendo, desde unos años atrás, en pura y mera moda “consumista” – esto último es un decir porque no compra discos ni el “tato”-. Eso sí, conciertos hasta en la sopa y con resultados realmente beneficiosos para las bandas, algo es algo. Cuando asistir a un concierto se ha convertido en la oportunidad, para muchos, de colgar en su perfil las dos mil fotos y cien vídeos que se han registrado canción tras canción, queda la sensación de que se ha dejado a un lado lo meramente importante, que es la música en directo. Ante este panorama desolador, uno puede equivocarse y hacer un juicio de valor erróneo. Además, a pesar de que hay un cierto estancamiento artístico, y que se editan tantas novedades que hay veces que uno ya no sabe distinguir lo que oye, encontramos luces brillantes entre tantas sombras.
De las tinieblas no mencionaremos nada, para eso ya están muchos otros. Lo más reseñable del primer año de la nueva década es que hay bandas que se lo llevan currando desde comienzos y mediados de la pasada, alejadas de los focos de la moda y que se han convertido, por fin, en la referencia musical del planeta. Una vez más todas ellas provienen de Estados Unidos, son muchos años, demasiados, ganando por goleada a las islas. En el terreno más intenso The National vuelven a ser el referente y a llevárselo de calle. The Walkmen han visto como todas esas bandas de Nueva York que comenzaron siendo intocables, han caído de una manera irrecuperable. Ahora ya ninguno les puede seguir, grandiosos. Arcade Fire sorprendieron con un giro de timón inteligente y alejado de ese pop inflado y épico que estaba ya en la cuerda floja. Sus paisanosBroken Social Scene, siguen haciéndolo de maravilla. El “dream pop” de Beach House ha encontrado su cima este año. El indie-rock de Deerhunter ha vuelto a brillar. Sufjan Stevens, arcángel de la escena independiente, se salió por la tangente y venció. La constancia escapista de Liars nunca falla. Vampire Weekend volvieron a liarla, aunque comienzan a repetirse. Volvió Kanye West y la crítica se rindió, no es para tanto (The Roots le dan mil vueltas). El sonido de raíz tuvo una grata sorpresa de última hora, Doug Paisley, y un subidón magnífico: Justin Townes Earle. La solvencia invariable de Damien Jurado contrasta con las dudas de Micah P. Hinson. Pero si hubo alguien que se lo merecía y ha barrido con la contundencia de los clásicos es John Grant, el exlíder de esa joya oculta de banda que fue The Czars. La frescura de Avi Buffalo -se atisba futuro en ellos-. El toque femenino del maravilloso nuevo álbum de Emily Jane White. El rock gruñón de The Black Keys contrasta con el pop orquestal y majestuoso de Owen Pallet. Mientras, a su aire, las aves siguen volando alto en la carrera de Shearwater. En la tierra, Phosphorescent tiñó las praderas de algodón.
“Los viejos rockeros nunca mueren”, que se lo digan al bueno de Edwyn Collins, medalla de oro a la superación personal. La clase y porte de Paul Weller, que volvió por sus fueros. Robert Plant ganó la partida a un dubitativo Neil Young, no pasa nada. Lloyd Cole sobrio y elegante en su regreso. Las grandes voces del soul tampoco: Mavis Staples ayudada por el genio de Jeff Tweedy, Sharon Jones con sus Dap-Kings o el regreso de Gil Scott-Heron. El “cartoon pop” de Gorillaz brillante como pocos, The Coral afianzados en una carrera independiente y atemporal. Tindersticks a su rollo, Manic Street Preachers resucitaron y los suecos The Radio Dept. firmaron su mejor disco hasta la fecha.
En el terreno de la electrónica viejos conocidos como Four Tet, Caribou o Flying Lotus lucharon en todo lo alto contra las nuevas promesas: Balam Acab y la nueva joya de la pista de baile, James Blake. Sin olvidar el excelente reconocimiento mundial que recibieron los alemanes Pantha du Prince. Y para finalizar, resaltar, que en la aldea global Ali Farka Toure & Toumani Diabate nos hicieron volver nuestra mirada a África, para recordarnos la influencia del continente en todos los estilos de la música moderna. Así fue la cosecha del 2010. En tiempos de crisis acuciante, un respiro de placer y de escapismo para nuestros castigados sentidos, es la mejor de las terapias. Mañana seguramente habrá más, esto no para…Nos seguimos viendo por aquí. Gracias a todos y Feliz 2011.
Diciembre 2010.
Javier Mateos
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