Band of Horses.
Sala Apolo, Barcelona 09/02/2011.
Está claro que la inclusión de varios temas de Band of Horses en sendas bandas sonoras: “ O.C.” y “Eclipse”, así como su reciente nominación para los Grammy del 2010, en el apartado de mejor álbum de música alternativa con “Infinite Arms”, su último disco, les ha dado un espaldarazo de popularidad definitivo, no sólo en su país, también en el nuestro, a juzgar por los dos llenos que han tenido tanto en Madrid, el día antes, como en Barcelona. Los de Carolina del Sur, capitaneados por Ben Bridwell, están en un momento óptimo y eso se nota en sus directos. No es que antes no gozasen de una potente puesta en escena, todavía recuerdo su magnífica actuación del Primavera Sound del 2007, pero ahora son una banda fija, apasionada y profesional con un buen rollo que se nota desde la distancia que supone el escenario, la misma que después transforman en todo lo contrario, cercanía. Con una sala ansiosa por comenzar a galopar y de fondo sonando el Boss, salieron a escena de manera puntual en su cita barcelonesa. Tras ellos una proyección, hubo numerosas, de una silueta de un ciervo que avanzaba, lenta pero firmemente, mientras arrancaban con la bonita “For Annabelle” perteneciente a su último disco. Un sonido que al principio retumbaba y que pronto se estabilizó, pero que sin duda era menos molesto que las charlas de dos pijas yankis que no paraban de abrazarse y de hablar por encima de las canciones, es el impuesto que debemos pagar el resto cuando un grupo alcanza una fama “teenager” en un país tan dado a enfacitar lo que está de moda.
La tregua había finalizado y pisaron el acelerador con una robusta “NW apartment” inmersa en el vasto paisaje que tenían a sus espaldas. El primer guiño a su álbum de debut, fue la emocionante y eterna “The Great Salt lake”, que encendió definitivamente la llama. Le siguió un tema nuevo “Bats”, rock carnoso y todavía sin un rodaje claro. “Cigarettes, Wedding Bands” con ese estribillo tan tarareable, engancho, por supuesto. En el repertorio se entremezclaron esos medios tiempos, que en sus discos pueden sonar incompletos y faltos de fuerza, pero que en directo adquieren cotas de intensidad que los hacen consistentes. Una de las cumbres de su último disco sonó rotunda y vibrante, “Compliments”. Acto seguido rompieron con la expansionista “Marry song”, de su segundo trabajo “Cease to Begin”, que subió de nuevo la tensión en la audiencia. Con luz tenue, cambio de vocalista principal y su líder sentado a la pedal steel, ese bonachón teclista llamado Ryan Monroe, tomó la voz cantante en esa preciosa balada vaquera llamada “Older”, que enlazó de maravilla con los sintetizadores de “Factory”. Un momento bucólico y encantador que a buen seguro provocó el “momento pareja” de los conciertos. Nuevos guiños a “Everything all the time” y la épica melancólica de “Monsters”. Con la Sala Apolo ya entregada a la banda, un final de concierto magnífico: “Laredo” soberbia y exultante, “No one´s gonna love you” con el cielo estrellado en esa noche fotografiada y lagrimillas en los ojos en más de un rockero – que los había a pares-, la bipolar “Ode to LCR”, “Wicked Gil” clásico atemporal de su repertorio que hace hervir la sangre del más lánguido, y la suprema y coreada “The Funeral” para cerrar el concierto.
El último tema que interpretaron, entre el éxtasis colectivo, fue “Is there a ghost”, con rotura de cuerdas incluida y guión por los aires - Bend Wrindell se bajó del escenario para entregarse a las masas en cuerpo, sudor y alma-. El subidón del público asistente se podía palpar en toda la Sala Apolo.
Un concierto memorable, que dejó el mejor sabor de boca posible y que será recordado en mucho tiempo. Una de esas noches que engrandecen el rock en directo. "La banda ecuestre" cabalgó por Barcelona como unos pura sangre venidos desde Las Montañas Rocosas.
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