THE NATIONAL, PRIMAVERA SOUND 2011. ESCENARI LLEVANT.
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En el lejano escenario “Llevant”, el segundo en capacidad del Fórum, se respiraba ese aire inquieto de las grandes ocasiones. Los fans más apasionados estaban ya desde dos horas antes, apostados entre primera filas. Sentados, conversando, permanecían ajenos al calentamiento previo de ese batería marcial y disciplinado que esconde la figura del tímido Bryan Devendorf, que junto con su hermano Scott Devendorf, forma la robusta base rítmica de la banda. Iba deshojando la margarita, marcando los ritmos de su cancionero, probando sonido meticulosamente y ejercitando su técnica compleja, sutil pero contundente. A las 21:15, todo nuestro alrededor estaba repleto, la expectación era muy alta. Puntuales, amables y oscuros, aparecieron sobre el escenario los otros dos hermanos, estos gemelos: Aaron y Bryce Dessner. Tras ellos su líder Matt Berninger, sosteniendo una copa de vino, como suele ser habitual en sus conciertos. Tras una monumental ovación y saludos de intercambio de la banda, una melodía de guitarras que se mezclaba con la brisa, en un clima mágico para hacerlo con el Mediterráneo al fondo, fluyó desde lo alto. Comenzaba el recital con “Star a War”. Una declaración de intenciones, una guerra contra la desolación. Contenida, con el pulso atenazado y finalmente creciendo hasta estallar, un sonido magnífico - para la gente que estaba bien situada-, poca potencia (fallo del festival), para los más alejados. La respuesta del público fue atronadora. Acto seguido una de las mayores joyas de “High Violet”, la excelente “Anyone´s Ghost”. Con esa sobriedad y ese encanto que confluyen por partes iguales, nos dejó con el alma encogida – los vientos del final acentuaron ese hermoso drama-. La voz de Matt estaba caliente, perfecta y concentrada, salvaje cuando se requería, como al final de su interpretación. “Mistaken for Strangers” que en directo gana en fuerza y rabia, de su disco “Boxer”, le dio un punto de solemnidad que estalla en las venas. Sensacional. Para ese entonces, ya tenían la mecha lista, sólo faltaba prenderla. ¡Vaya que si prendió! Cuando la batería comenzó a soltar esa batida de emociones que deriva en la profunda voz de Matt Berninger, todos enloquecimos. Ahí estaba uno de los grandes himnos de este siglo: “Bloodbuzz Ohio”. Un tema cargado de melancolía y morriña rencorosa hacia su tierra, Ohio. La sección de vientos final, encoje el corazón a cualquiera. La preciosa “Slow Show”, de su anterior disco, con ese estribillo tan ‘diferente’: “I wanna hurry home to you. Put on a slow, dumb show for you and crack you up. So you can put a blue ribbon on my brain.God, I'm very, very frightening, I'll overdo it”, peinó nuestros ingenuos cerebros . Irresistible.
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Entrados en la recta final, llegaba la hora de un clásico en toda regla: “Fake Empire”. Una canción que expresa demasiado por sí sola. En ese instante nos hacía vulnerables. Un himno a estos tiempos de decadencia y de imperios que se desvanecen. Vientos hasta el infinito, catarsis y pérdida de papeles. Como unos ladrones de almas, nos había robado a todos y cada uno de nosotros la nuestra, sin enterarnos.
Con la banda hirviendo y un Matt fuera de control, llegamos a “Mr November”, o como presenciar atónitos, el milagro de un ser humano que no se rompe las cuerdas vocales después de semejantes berreos. Patadas, golpes a los monitores -este hombre es algo fuera de lo normal-, una bestia escénica que se enciende sin que sepamos cuando va a cesar. Actitud muy ‘punki’. La parte cercana al escenario era un terremoto incontrolable. No hacía falta pellizcarse para creer lo que estábamos viendo, los empujones y aplastamientos daban muestra física de ello.
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La calma fue su adiós, con “About Today” de su ep “Cherry Tree”, envuelta en una proyecciones cargadas de oscura melancolía, como si de un ritual de muerte y ascenso se tratase, los cinco de Ohio, se fundieron entre las sombras de aquel rincón con espacios abiertos. El alma de la banda, comandado por los gemelos y resguardado por sus otros dos compañeros, acabó golpeando su micro contra su muslo, tirando el pie de del mismo, de nuevo, por los suelos. Fue entonces cuando se acercó al borde del escenario, sosteniendo su copa de vino, descendió y entregó su cetro, a un fan que en realidad, éramos todos los que allí acudimos sin imaginar lo que acabaríamos viendo. Tiró su copa e intento despedirse de todos, pero su micro estaba ya destrozado. Su imagen, desolada, no la olvidaré en mucho tiempo. Honestidad y pena, en un solo gesto.
Cuando desaparecieron del escenario, me di cuenta que las intenciones de The National eran claras: comenzar una guerra. En esta ocasión, el final de la batalla fue bien diferente, sin víctimas mortales, a cambio, éstas terminaron ahogadas en lágrimas (de felicidad) después de tan fastuoso y descarnado espectáculo. Como aquellas que brotaban de un rostro angelical, mientras el humo de sus melodías buceaban en el fondo del mar abierto.
Corvy Jones (afortunado con el pie), Gon y Dj Eczema, sonrisa de oreja a oreja. Pic by Legolas.
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