El Niño Gusano: quirófano de emociones.
Los poderosos del tinglado, discográficas, negociantes y revisteros, vieron claramente que esto se les iba de las manos. Había que hacer algo urgentemente.
Mientras, los últimos avispados y aguileños, los de los festivales, hicieron (hacen) su agosto hasta conseguir un hartazgo monumental repitiendo los mismos nombres año sí, año también. En realidad no era falta de voluntad, simplemente es que no había nada que rascar. El chicle no ha dado para más y tras el invento del R&B, sí ese que mató y reventó el hip hop, la desfachatez del trap y la subida a las alturas del infame reguetón, los poderosos han ejecutado su cambio de timón irreparable. Los crápulas top one del festivaleo han abrazado este extremo, no porque no puedan seguir haciendo dinero, para nada, lo han hecho porque saben que así van a seguir ganando mucho más abriendo mercado más allá de la música, y además, durante un interesante (largo) periodo de tiempo. Si uno echa un vistazo a las listas de las revistas especializadas es imposible no asumir el final de una época dorada. Aquellos jóvenes inquietos que vivieron tiempos de pasión y locura musical, ahora peinan canas y han desconectado por completo con todo esto. Solo los que se resisten a verse fuera de lugar, son capaces de argumentar un discurso, plano y frío, sobre el panorama actual. Esas generaciones pretéritas no son las de ahora.
Hoy en día la música es un mero complemento más, ni tan siquiera entretenimiento, tampoco es arte, es una moda. Los que manejan el cotarro siguen trincando, a costa de haber apoyado a unos artistas limitados y prefabricados, pero con grandes medios y mejores soportes tecnológicos. El sillón del negocio está repleto de dinero, como casi siempre lo estuvo. Da igual que la oferta sea banal, muchas veces soez, y, sin ningún genero de dudas, decadente; las nuevas generaciones no demanan mensajes profundos. No necesitan mucho para agitar sus, ya de por sí, 'fritas' neuronas. Es sumamente fácil, la manipulación global es más sencilla que nunca.
En este país, El Niño Gusano, unos chicos de Zaragoza capital, fueron los últimos en conseguir estimular el intelecto de una generación, más bien de una parte de ella, lo hicieron gracias a una lírica fascinante que nunca jamás nadie ha alcanzado. Sergio Algora fue el último grande de estos lares. Sus compañeros de banda musicaron sus fábulas de cuento de una manera magistral, a medida. Algora creó un lenguaje nuevo y original, basado en su desbordante imaginación y en lo cotidiano.
El Escarabajo Más Grande de Europa fue el epitafio de la música popular en España, año 1998. Lo que vino después es olvidable, lo que vendrá a partir de ahora "bajo sábanas estará, como en una casa cerrada en invierno".
Javier Mateos
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