Casino L’Aliança del Poble Nou, Barcelona. 20/03/2012
Tindersticks son unos caballeros vestidos de elegancia por fuera y por dentro. Tras algo más de 20 años de carrera a sus espaldas, cambios de formación incluidos, han editado el que probablemente sea su mejor disco en mucho tiempo, ‘The Something Rain’. Los trabajos de la banda de Nottingham, son excelentes filmaciones en blanco y negro de los sentimientos más ocultos y bellos que navegan por nuestros recuerdos. Muy pocas bandas han conseguido sonorizar en el pop-rock contemporáneo de esta manera. Con esta excelente nueva obra, se presumía una gira por nuestro país que haría las delicias de sus fans, que como ellos, han crecido y dejado brotar tonos grises en su vello. Un concierto de Tindersticks es una delicia para los sentidos, por tanto, cualquier fan de la música no debería perdérselo bajo ningún concepto. Además de todo esto, su nebulosa fundida en ese terciopelo sonoro, obligan al espectador a asistir con sus mejores galas interiores. La madurez es una gran virtud, pero para poder apreciar en todo su esplendor un concierto de esta magnitud, debes sentarse, respirar hondo, relajarte y dejar que los hilos sedosos que proyectan desde el escenario, te rodeen y, suavemente, vayan tejiendo tu alma y aliento.
En su recital del Casino L’Aliança del Poble Nou -repleto-, se mascaba esa sensación, que mágicamente, envuelve esos grandes momentos del directo. Con un sonido que sobrepasó la perfección (cálido, directo, cristalino, delicado y embriagador), se presentaron estos, ya desde hace unos años, nuevos Tindersticks. Stuart Staples -camisa blanca, chaleco, pantalones grises y botines marrones-, salió el último, y antes de cerrar los ojos, susurró con su voz cavernaria: “one, two, three”. De repente -puedo apostarme lo que sea-, todo el teatro sentimos un escalofrío que nos recorría la espalda y, al mismo tiempo, nuestro pulso casi se paralizaba. ‘Blood’, de su primer disco, aquella obra maestra de 1993, actualizada en sus arreglos, pero no por ello menos abrumadora y bella, abría el recital con unos teclados de algodón a cargo de David Boulter y una melodía, a la guitarra, deferencia de Neil Fraser, que era seda pura (estos dos, junto con Staples, únicos supervivientes de los primeros Tindersticks). La primera en la frente. Clásico inesperado para comenzar la velada. Acto seguido, la adictiva, en clave soul “If You're Looking for a Way Out” de su disco más negro: “Simple Pleasure”. Su líder, como tanto le gusta sobre el escenario -pandereta en mano-, se agitaba lentamente; mientras, la canción que interpretaba, sonaba cercana y terriblemente seductora. “Dick´s Slow Song”, del genial “Curtains”, fue, sin saberlo, la tercera concesión a su primera etapa antes de centrarse en su último trabajo. Los seis músicos, concentrados hasta la médula, cubrieron a la audiencia con un manto de éxtasis puro (mucho e-bow sobre las cuerdas), que añadieron una atmósfera compleja a la hora de transcribirla en palabras.
A partir de ese entonces, una tras otra fueron cayendo absolutamente todas las canciones de “The Something Rain”. La primera, la que abre este álbum: ‘Chocolate’. Narrativa y visual, perfecta para sonorizar cualquier película europea de temática atormentada y solitaria. La voz de David Boulter describiendo de esa manera atropellada y susurrante, encaja a la perfección con el desarrollo instrumental que infiere el resto de la banda. Pero fue con ‘Show Me Everything’, cuando los galones de la grandeza salieron a relucir con todo su brillo. En disco, este tema es una barbaridad. En directo, algo indescriptible. La fuerza y profundidad de esta canción es algo extraordinario, te arrastra a un universo hipnótico y oscuro, que termina provocando un éxtasis paranormal. El bucle onírico que crearon, con esa base rítmica inalterable, rompió en mil pedazos, y finalmente, bajo ese saxo lejano que parecía ahogarse en los coros que surgían como ánimas estables, nos dejó en estado de shock. Como si de una ventisca de sentimientos se tratase sonó ‘This Fire of Autumn’, el otoño se transformó en un fuego ardiente gracias a ese pedal “wah-wah” incansable y ese tono al alza imparable. Llegados a este punto, el concierto era un hervidero de emociones personales, nadie como Tindersticks para sacar a flote tus entrañas de la manera más natural y menos traumática.
Después de este subidón, de nuevo, la calma en forma de caja de ritmos y evocación, con un Stuart Staples entregado, por completo, a su pasión más esquiva; esa voz... ‘A night to Still’ es de esas canciones que paraliza, con esos arreglos fascinantes que se estiran, hasta abrazar la melodía algodonal de la guitarra y el tartamudeo del saxo (de nuevo, sonido impecable). Sublime. Maravillosa, también, ‘Don’t ever get tired’. Una canción, publicada en su álbum “Can our love…”, por la que cualquier grupo mataría, y donde, una vez más, la guitarra de Neil Fraser volvió a deslumbrar por su sencillez y elegancia. Tindersticks no es un grupo que se caracterice por imprimir grandes dosis de luz en su música, ni en directo ni en estudio. En cambio, ‘Slippin’ Shoes’ es uno de esos temas que proyecta esa luz cegadora, evidentemente, desde ya, forma parte de su cancionero más recordado. Como si de una orquesta de las de antes, de esas que tanto gustaban a nuestras madres, se tratase, infirieron una dosis de ritmo y bailoteo, poco usual en ellos – pocas veces les hemos visto tan coloristas- (mención especial a esos saxos superpuestos, que tan bien lucen en directo). Antes de retirarse, por primera vez, nos brindaron otros dos temas de su último disco: ‘Frozen’ y ‘Come Inside’; introspectiva la primera, y sutil y romántica la segunda.
Con el público entregado y ovacionando a la banda, se retiraron. Pocas palabras, solo música.
El ‘encore’ comenzó de una manera poco esperada: ‘4.48 Psychosis’, aguerrida y gruñona, para frenarse de nuevo con la nana ensoñadora de ‘Chery Blossoms’ que enlazaron magistralmente con ‘Factory Girls’ de “Falling Down a Mountain”, con Staples al piano. Segunda retirada, y un final donde dejaron bien atados todos los cabos de su último disco. La exquisita ‘Medicine’, su primer single, y para cerrar, ‘Goodbye Joe’. Quizá esperábamos un final más apoteósico, donde clásicos como ‘City Sickness’, ‘Tiny Tears’ o ‘Patchwork’, por poner tres ejemplos, hubiesen encajado a la perfección. Pero los Tindersticks del 2012 son en cierta manera diferentes, aunque nunca han perdido su elegancia, calidad y clase. El que no lo entienda así, se pierde lo mucho que esta banda nos lleva ofreciendo. One more time: simple pleasure.
Crónica y fotos: Javier Mateos
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