Las noches en las que se veneran a los muertos, suelen ser noches de luna pacífica. Bajo su influjo poderoso, la ánimas hacen un esfuerzo por manifestarse entre restos de arena, cruces y mármol helado. Nunca pisaría un campo santo sin mirar hacia el cielo estrellado. Allí en lo alto, la luz blanquecina y enigmática, proyecta sus rayos entre las almas errantes que los vivos dejamos con nuestro rastro.
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